Empezó a cantar media hora tarde, pero bastó con mostrar su inmaculada sonrisa para
meterse en el bolsillo a los siete mil incondicionales que ayer llenaron el Coliseo.
Luis Miguel es sobre todo voz, y ayer lo supo demostrar. Comenzó su concierto con una
casi olvidada canción de hace diez años, Qué nivel de mujer, a la que siguieron otras
dos de sus primeros tiempos como cantante. Fue entonces cuando decidió saludar a los
siete mil incondicionales que llenaron el Coliseo con un : «Qué bonito es estar aquí.
Estoy encantado de celebrar 25 años de música con todos ustedes».
Vestido con un elegante traje negro, muy moreno y con una sonrisa blanquísima, continuó
entonces con algunos de los boleros más famosos que ha grabado en sus discos Romances,
«que son canciones suyas, mías y de todos». Contigo en la distancia, Usted, No sé tú,
El día que me quieras, La gloria eres tú o Bésame consiguieron enganchar a todo el público,
que le hizo los coros.
Aunque, sin duda, los que más arroparon al cantante fueron los once mariachis vestidos de
blanco —él se había cambiado de ropa y apareció todo de negro— que salieron en mitad de
la actuación y permitieron que Luis Miguel diera otra prueba más del vozarrón que posee.
Para terminar, el artista mexicano, que no paró de dar la mano a sus fans —agarrado por
el cinturón por un guardaespaldas para no caer al foso— recordó algunas de sus canciones
de juventud y otras nuevas, y se despidió «hasta la próxima actuación».