Blanca Durán. GRANADA. No hizo falta ni que comenzase a cantar.
Una primera sonrisa bastó para dar la más calurosa bienvenida a
uno de los artistas latinos más importantes de todos los tiempos.
El hermetismo que había rodeado la estancia del divo en Granada
los últimos días quedaba ya a un lado para dejarle todo el camino
abierto al cantante y, sobre todo, al hombre. Y es que, para regusto
de las 8.000 personas que abarrotaban el Palacio de Deportes, quien
estaba sobre el escenario era Luis Miguel. Por fin, Luis Miguel.
Admirado por unos, adorado por muchos más y prácticamente con la misma cara
traviesa con la que empezó a enamorar a las jovencitas mexicanas hace
veinticinco años, Luis Miguel arrancaba oficialmente a ritmo de Qué nivel
de mujer su esperada nueva gira mundial y servía el aperitivo de todos los
bailes y momentos para el amor que estaban por venir. El espectáculo, el
romanticismo y la nostalgia con sabor a tequila estaban ya servidos.
Luis Miguel sabe pisar los escenarios con la fuerza de muy pocos. Impecablemente
vestido con traje negro y camisa blanca, el artista mexicano dejó claro desde
los primeros compases que su propuesta trasciende los cánones de un show tradicional.
El concierto se empezó a calentar al ritmo de medley con algunas de sus canciones
más animadas: Sol, arena y mar y Suave fueron los primeros testigos de toda la música
que ha acompañado su carrera y que protagonizó el recital. Una numerosa banda con
músicos de primerísimo nivel fueron su contrapunto para arrancar por igual los
inagotables piropos de adolescentes, treintañeros y parejas maduras. Y es que
veinticinco años de carrera dan para enamorar y hacer que se enamoren muchas
generaciones.
“Qué público tan bello. No podía iniciar mejor esta gira en España que con el
público de Granada. Estoy encantado de estar con ustedes y espero que pasemos
todos un buen rato juntos con un poco de lo que han sido estos últimos veinticinco
años”, saludó enérgicamente Luis Miguel. Le correspondieron con piropos, aplausos
y demasiados “cásate conmigo, guapo”.
Usted es la culpable, La barca –con la que cedió la voz al público–, El día que me
quieras, La historia de un amor, Nosotros, Por debajo de la mesa o Bésame mucho
sonaron al mismo tiempo que sobre el escenario se regalaban poses, sonrisas e
instantes que invitaron a más de uno a rodear con el brazo a su pareja. No resulta
extraño. Luis Miguel ha sido el culpable de rescatar los grandes boleros de la
historia de la música y ha sabido como pocos envolverlos de gracia y encanto para
los más jóvenes. Y tanto lo ha hecho y durante tantos años que mientras Luis Miguel
cantaba No sé tú apoyado en las escaleras del escenario, un chico no pudo evitar
arrodillarse entre el público pedirle matrimonio a su novia. ¿La respuesta?
Inevitablemente sí.
El público siempre ha sido el más fiel acompañante de Luis Miguel desde que empezó
en esto de la música con apenas doce años. Por él ha vendido más de cincuenta millones
de discos en todo el mundo y por él ha sido nombrado como uno de los artistas latinos
más influyentes en la escena internacional. Pero su “México lindo” siempre ha ocupado
un lugar tan protagonista en su corazón como en su carrera; y a él y a la belleza de
las mujeres de su tierra le quiso dedicar un cantar rodeado por una docena de mariachis.
Discos en directo, duetos con algunos de los mejores cantantes del momento, versiones
que van desde Frank Sinatra hasta Michael Jackson y nueve Grammys entre otras muchas
estrellas jalonan la carrera de uno de los artistas más imitados en todo el mundo que,
sobre el escenario, demuestra las razones por las que sigue en lo más alto después de
tantos años.
Los momentos finales de un concierto de dos horas que supo a poco para el público
terminaron con la música al máximo volumen. Todo para recordar la magia que Luis
Miguel conserva intacta para retorcerse en el escenario con sensuales movimientos
y patadas al aire que lo convirtieron en el rey indiscutible del pop latino en los
años noventa. Una lluvia de serpentinas con los colores de la bandera mexicana despidió
en el escenario el brillante pistoletazo de salida de su gira. Le esperan aún una docena
de paradas más en España y Venezuela. Testigos privilegiados del debut, sólo cabe
esperar ya todos los nuevos romances que nacieron anoche al compás de un bolero.